A continuación incluimos, en primer lugar, una relación de los utensilios principales que se utilizan durante la práctica de de la pesca a pie o marisqueo tradicional, para posteriormente hacer una descripción detallada de cada uno de ellos. Haz clic en cualquiera de los utensilios de la lista para ir a su descripción y fotografías:

 

 

 

 

La fija.

Su denominación es una degradación del vocablo “fisga”.

 

Este utensilio está confeccionado a partir de una cabilla de hierro (si bien hay quien emplea también acero inoxidable como material de construcción) que cuenta aproximadamente con 1 (UN) centímetro de grosor y de 140 a 160 centímetros de alto, según las preferencias de su propietario.

 

Consta de dos extremos:

 

  • Uno tiene forma de tridente (si bien también podemos encontrar modelos provistos de cuatro y hasta cinco pinchos) que se utiliza para pinchar las capturas: choco o sepia, pulpos, peces en sus encames...

 

  • En el otro se ha practicado un pequeño gancho al que se denomina “garabato” que se utiliza para sacar las capturas de sus refugios de roca, en especial a los pulpos.

 

 

 

 

El cuchillo de Marea.

 

Está confeccionado a partir de una pletina de hierro (si bien hay quien emplea también el acero inoxidable como material de construcción).

 

Mide aproximadamente un metro de largo, aunque siempre estará adaptado a las características físicas de quien lo usa, en especial en cuanto a su altura personal y al peso que pueda manejar con comodidad.

 

Tiene plena apariencia de un sable, aunque es de filos romos (carentes de filo) y por ello no corta.

 

Se utiliza tanto para rematar las especies pinchadas con la fija o el francajo, si ello fuera necesario, como para capturar de por sí especies que estén navegando, en especial, los peces.

 

 

El francajo.

 

El francajo se obtiene de acoplar la punta de pinchos de la fija a un mango de madera. Por lo tanto pueden encontrarse, por un lado, ejemplares con puntas de tres, cuatro o cinco pinchos, y, por otro lado, ejemplares confeccionados en hierro o en acero inoxidable.

 

Su altura total, como en el caso de la fija oscila entre los 140 y los 160 centímetros, teniendo también el mismo cometido que la parte de puntas de la misma: pinchar las capturas (choco o sepia, pulpos, peces...) en sus encames.

 

Pese a que es menos versátil o multi-funcional que la fija, al carecer del extremo en que se ubica el garabato, aporta otras ventajas de las que aquélla carece: su extremo de madera flota (quedando fijada al fondo por el peso de su punta), por lo que resulta más sencilla su recuperación si cayese al agua, y resulta más difícil que resbale en la mano cuando en la misma hay restos de aceite o de fluidos de las especies capturadas.

 

En cualquier caso, la selección entre fija y francajo constituye, en definitiva, una opción personal que encuentra su base en el gusto o las preferencias de quien los usa y, de manera muy especial, en el tipo de marea de que se trate (y, por ello, de la época del año en la que nos encontremos).

 

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El garabato.

 

Es la parte trasera de una fija confeccionada de manera independiente.

 

El garabato es portado generalmente por quienes prefieren hacer uso del francajo en lugar de la fija y con el fin de paliar la deficiencia que sufre el primero por la carencia del mismo.

 

Así pues, esta confeccionado en una cabilla de hierro de aproximadamente un centímetro de espesor (existiendo también modelos en acero inoxidable), pero de una longitud sensiblemente inferior a la de la fija completa: tiene entre 40 y 80 centímetros, según el gusto personal de su propietario.

 

Su cometido, de igual modo, es similar al que tiene el garabato de la fija: se utiliza para sacar las capturas de sus refugios de roca, en especial a los pulpos.

 

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El pincho almejero.

 

También se le puede denominar, simplemente, como “almejero”.

 

Se asemeja a una aguja de hierro, que a su vez podrá tener mango (lo que resulta más usual) o carecer de él.

 

Su longitud total es de unos 20 centímetros, teniendo una leve curvatura en la punta.

 

El cometido que tiene, como su nombre ya nos adelanta, es el de capturar almejas.

 

Quizás resulte la mejor prueba de la diferencia de técnicas con el marisqueo profesional u ordinario: mientras que en éste se utilizan rastras o rastrillos para ir levantando y esquilmando una gran parte de terreno, el pincho almejero se clava en la tierra únicamente en el punto en el que se ha detectado (o se sospecha) la existencia de una almeja a partir de las señas o pistas que resultan visibles para los que conocen del arte y técnica de su captura.

 

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El reclamo de cangrejo.

 

También se le puede denominar, simplemente, como “reclamo”.

 

Como su propio nombre ya nos indica, se utiliza para la captura del cangrejo de pelo.

 

Existen dos tipos diferentes:

 

  • Uno es una bolsa de tela (o incluso un simple calcetín) en la que se encierra una masa de sardinas machacadas o cualquier otro elemento atrayente (que recibe el nombre de “enguao”, “anguao” o “engodo”) que se sumerge en agua y con el que se salpica la que se sospecha es la oquedad utilizada por un cangrejo de pelo como morada, provocando así su salida para lo que él cree una comida fácil y haciendo así posible su captura a mano.

 

  • Para el otro utilizamos un pequeño trozo de madera, caña u otro material, sobre el que se fija un cangrejo de pequeño tamaño, al que se exhibe ante la cueva que se sospecha morada del cangrejo de pelo, provocando así su salida en defensa de su territorio y posibilitando su captura a mano. A este tipo también se le refiere, en ocasiones, como “señuelo”.

  

La camaronera.

 

Son pequeñas redes de bolsa, cosidas a un aro metálico de entre 10 y 20 centímetros de radio que la mantienen siempre abiertas.

 

Se usan para la captura de camarones.

 

Existe un tipo muy generalizado en el que el aro metálico se ha unido a un mango de madera para permitir su manejo a mano.

 

No obstante, el modelo más popular tiene un enganche central para cebo (sardina, lacha, vísceras de raya...). Este tipo de camaronera se deposita sobre el fondo durante unos minutos para que el cebo atraiga a los buscados camarones a su interior. En este momento se saca del agua mediante un enérgico tirón haciendo uso de la cuerda o tramilla de la que está dotada a tal fin. 

 

La Morguera.

 

A este utensilio hay quien también la llama, aunque con menor frecuencia, “muerguera”.

 

Es una aguja metálica de unos 50 centímetros de longitud. En tal cometido resultan muy usadas las varillas de los paraguas.

 

Uno de sus extremos, sobre el que se maneja, está libre, mientras que en el otro se fija un elemento que sirve para hacer de gancho o punto de retenida. Se suele utilizar a tal fin una bala que queda soldada a la varilla por su contenido de plomo (obviamente, calentando éste hasta sobrepasar el punto de fundición). A tal efecto puede bastar una simple curvatura practicada en este extremo (sin llegar a ser tan eficaz como la instalación de la bala).

 

Como su nombre ya nos adelanta, se utiliza para la captura de muergos o navajas.

 

La persona que está haciendo captura de muergos va estudiando el terreno, identificando por las distintas formas de los agujeros que se aprecian aquéllos que se corresponden con el túnel de un muergo.

 

Localizado el túnel, la morguera se introduce con tiento, siguiendo la misma trayectoria que realizó el muergo cuando se enterró. Cuando su punta llega al final del túnel (generalmente poco profundos, aunque tampoco sean superficiales), la morguera pasa por el interior del cuerpo de muergo. Este, al notar el elemento extraño que le ha atravesado, se contrae. Al retirar la morguera, el elemento que se ha instalado en la punta impedirá que el muergo se libere, permitiendo su extracción. La contracción del muergo se mantiene de tal forma que hay que sacarlo por la punta opuesta de la varilla, atravesando ésta totalmente.

 

 

 

 

 

La Tarraya.

 

En esta localidad a este utensilio se le denomina de esta manera, aunque también se la conoce en otros lugares como “atarraya”, “esparavel” o “rall”.

 

La tarraya es una red circular, con un radio (es decir, con una altura cuando está cerrada desde cualquier punto de su perímetro al centro) de entre 100 y 150 centímetros.

 

Todo su perímetro está rodeado de pequeños plomos que la llevan hasta el fondo (y que aportan el peso necesario para lanzarla de manera que caiga en dicha disposición circular, movimiento que requiere de mucha experiencia y de no poca técnica). En su punto central existe una pequeña boya que lo mantiene a flote. De dicho punto central se tira hacia arriba para que el perímetro lastrado vaya cerrando por debajo, disminuyendo la circunferencia ocupada al caer y limitando las posibilidades de movimiento del animal capturado.

 

Las tarrayas de mayor tamaño suelen utilizarse por aquellas personas que se valen de ella de manera exclusiva (en una acción que se denomina como “tarrayear”).

 

Por su parte, las de menor tamaño suelen utilizadas por los catadores para que les permita alternarla con sus otros útiles, “trastos” o “avíos” de marea, y que no signifique un gravamen excesivo en cuanto a peso: si bien la red propiamente dicha apenas supone ningún peso, el contar en todo el perímetro con un lastre de plomos implica que el peso va aumentando exponencialmente (a mayor tamaño, mayor diámetro y mayor cantidad de plomos).

 

El arte de “tarrayear” se encuentra en franco estado de abandono, dado que suele causar un gran cansancio el estar lanzándola y recogiéndola frecuentemente y siempre con escasas posibilidades de obtener alguna captura. Por ello en la actualidad la tarraya suele ser utilizada de forma prácticamente exclusiva por los catadores de corrales.

 

No es en absoluto una red pasiva que se deja instalada, sino que únicamente se lanza sobre el espécimen objeto de captura (por lo general, peces) cuando por la presencia de una superficie de agua demasiado extensa resulta más difícil o compleja su captura con el uso de otros útiles de marea.

 

En las mareas de menor coeficiente, o en las lagunas o piélagos con mayor profundidad de agua, es frecuente que el catador arroje preventivamente su tarraya sobre el jarife antes de hurgar en su interior: si hay alguna captura dentro del piélago será más que probable que se encuentre en el jarife, y es más fácil atraparlo con la tarraya de este modo que no cuando haya abandonado su precario refugio y se encuentre desplazándose por la masa de agua con la velocidad propia de la excitación que sufre.

 

Resulta muy curioso el hecho de que un útil prácticamente idéntico se ha podido ver en uso en puntos tan lejanos como los ríos de Afganistán, los lagos América del Sur o el mar que circunda la isla de Madagascar.