INTRODUCCIÓN
Cuando en el desarrollo de esta página web hagamos referencia a la actividad de pesca a pie como “actividad milenaria” no pretendemos incrementar artificialmente la importancia real del legado histórico de nuestra tradición. Simplemente damos constancia de transcripciones sacadas de obras antiguas y llevamos a cabo interpretaciones que nacen de la propia lógica y la consideración de los datos existentes y disponibles.
Una visión completa y objetiva de lo que constituye la ancestral actividad de pesca a pie (muy especialmente en lo que a ese calificativo de “ancestral” se refiere) y del peso y relevancia que la misma comporta para el acervo cultural que se constituye en patrimonio intangible de esta localidad y sus gentes, precisa un detallado tratamiento desde una consideración histórica.
Hay quien ha descrito la Historia como “una exposición cierta, a lo largo del tiempo, de acontecimientos, sucesos, hechos o manifestaciones del pasado de la actividad humana”. Sin embargo, en determinados casos, y en muy contadas ocasiones, la Historia se torna en un elemento actual cuando esos acontecimientos, sucesos, hechos o manifestaciones perviven a lo largo de años y siglos y son capaces de convertirse en un anacronismo vivo, cuando son capaces de sobreponerse a ese prolongado transcurso del tiempo para llegar, prácticamente inalterados, a nuestros días, constituyendo así, más que un lazo o nexo, una unión real y físicamente palpable del pasado con el presente.
Es intención de la presente exposición, desde la indudable certeza de limitación de conocimientos, describir uno de estos puntos de unión entre pasado y presente, uno de esos ya escasos retazos de Historia viva, en la figura de lo que se denomina actualmente como “pesca a pie”, pese a que las gentes de esta tierra persistan en llamarla (con perdón por el uso de un término susceptible de ser causa de errores) “marisqueo tradicional”.
Es bien sabido que cada ciudad, cada población, cada grupo humano gusta de definirse principalmente a partir de las características que les son inherentes, de aquellos aspectos que les resultan propios a modo de seña identificativa frente a otras comunidades. Será este, en mayor grado, el conjunto de costumbres y tradiciones que lo definen como colectivo único y que les dota de identidad propia frente a los restantes grupos, proporcionándoles un acervo cultural que se podría considerar como su patrimonio intangible.
La identificación de estas señas puede llegar a ser una labor compleja y difícil, pues en ocasiones son meras desviaciones puntuales de otras a las que se encuentran íntimamente unidas o a las que antaño estuvieron vinculadas por un tronco común.
No obstante, si tratásemos de realizar una aproximación a estas señas de identidad que individualizan la forma de ser de Chipiona y de sus gentes estaríamos hablando, en primer lugar (aunque no único) de la “pesca a pie” y, por extensión, de sus tradicionales corrales de pesca o pesquería.
Lamentablemente, en esta vorágine que son los “tiempos modernos” que nos ha tocado en suerte vivir, la amplia producción normativa (leyes, reglamentos, decretos, órdenes…) que regula todas las facetas de nuestra vida, y más concretamente la parte que corresponde a la actividad pesquero-marisquera, ha dado la espalda a esta ancestral modalidad.
Pues bien, aún desde la perspectiva de los más que difíciles tiempos que atravesamos para la continuidad y hasta supervivencia de esta modalidad, nosotros nos aferramos a la idea (a la esperanza) de que este olvido ha sido precisamente eso: un lapsus del legislador, una acción meramente involuntaria que encuentra su explicación en el hecho de que se trata de una modalidad que solo se localiza en este rincón gaditano, siendo por ello poco conocida fuera de nuestros confines locales, aunque esta involuntariedad no haga menos graves las consecuencias que de ella se originan.
Son esa idea y esa esperanza las que nos sirven de acicate, las que aún a día de hoy siguen apuntalando nuestra voluntad para señalar que esta tierra, que tanto ama sus tradiciones, y sus gentes, que tan orgullosas se sienten de las mismas, pueden llegar a conocer en un lapso de tiempo no demasiado prolongado la caída del telón sobre una tradición que ha sido capaz de superar los más dispares embates, crisis y riesgos que la han acosado durante más de seis siglos.
PRIMEROS ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Considerada desde una perspectiva general, la actividad recolectora en el medio marino intermareal correspondiente con nuestra costa (considérese hecha esta referencia previa ponderación de los cambios orográficos que ha supuesto a lo largo de este lapso de tiempo los procesos geológicos naturales) tuvo su nacimiento desde el mismo momento en que el ser humano se instaló en esta zona.
Una referencia clave para sostener esta afirmación la encontramos en los trabajos de Ramos Millán:
“Aparte de nuevos usos alejados del objeto de la pesca (cría de ostreidos y proyectos diversos no ejecutados), desaparecidos los bancos de peces, los corrales dejan de tener todo sentido productivo propio. El marisqueo por su parte, es ajeno al corral propiamente dicho, ya que es un aprovechamiento intrínseco de la playa rocosa con absoluta independencia del ingenio de pesca del corral. Aunque hoy día, erróneamente se confunden el corral con la playa rocosa, playa que es sólo su medio natural. El marisqueo se inició en la Punta de Chipiona como muy tarde en el V milenio a.C., a juzgar por los hallazgos arqueológicos de cerámicas del Neolítico Antiguo en el talud costero, y de abundantes “mariscadores” de piedra, cantos trabajados de factura mesolítica, entre las graveras de la playa (RAMOS y RIESCO, 1983)”.
[RAMOS MILLÁN, Antonio – “Una hermenéutica de la arqueología del mar. Las pesqueras bereberes de corrales de piedra de la Chipiona Andalusí (Cádiz)” – Revista “Antiqvitas”, número 28, p. 141 (2016)]
Otra muestra de esta línea de opinión nos es ofrecida por Martín Arrázola y Martín Goërg:
“A partir del Holoceno, los profundos y angostos estuarios por los que las mareas remontaban hasta las proximidades de los emplazamientos de Jimena, Castellar, Alcalá, Arcos, Jerez y Sevilla, conformando un complicado laberinto de ensenadas, islotes y tómbolos, se fueron progresivamente colmatando, dando lugar a los valles aluviales por los que actualmente discurren el Guadiaro, el Guadarranque, el Palmones, el Barbate y el Salado, el Guadalete y el Guadalquivir.
Observando la geología del territorio y el nivel actual de sus valles aluviales queda patente que dichas zonas formaron parte de una amplia red de ensenadas y esteros que facilitaban la captura de crustáceos y la pesca pasiva de salmónidos mediante trampas y represas, así como de especies marinas utilizando el arpón y el anzuelo. Posteriormente se emplearon técnicas activas, como la nasa y las redes, que ampliaron el campo de captura hasta zonas de mayor profundidad. Con el tiempo, las esclusas o corrales de pesca se extenderían por toda la costa atlántica, manteniendo su uso hasta bien entrada la Edad Media”.
[MARTÍN ARRÁZOLA, Carolina Ana y MARTÍN GOËRG, Miguel Francisco – “Embarcaciones íberas en la Laja Alta. Consideraciones técnicas” – Repositorio de Objetos de Docencia e Investigación de la Universidad de Cádiz (2012)]
Ambos trabajos sustentan la afirmación inicialmente realizada y nos proporcionan, además, un punto de partida para la acreditación de otro elemento: el hecho de que la práctica de la pesca a pie en el intermareal del dominio público marítimo terrestre es anterior en el tiempo a los corrales de pesca.
En relación con esta antelación temporal tal vez resulte especialmente ilustrativa la mención que encontramos en la obra de Sáñez Reguart, auténtico decano en el estudio de esta materia:
“El significado de esta palabra [corral] exprime la entidad de una pesquera que se practica en las Costas donde el fluxo y refluxo del mar inunda, y consiguientemente dexa al descubierto una extensión dilatada de los terrenos de ellas.
Con la subida de las aguas sube una infinidad de peces de diferentes especies. Muchos se quedan entretenidos sin aproximarse á las orillas: otros se acercan mas; todos andan buscando siempre su alimento en los insectos ó gusanillos, camarones, pulgon, &c. que pueblan, y se crian en las playas, hasta llegar al punto de refluxo ó retirada de las mismas aguas, que se executa por un determinado período. Entonces precisados á executar lo mismo, se retiran también ellos con el cúmulo de las que declinan á su centro.
Verificada la baxa mar, vemos que en muchas partes que cubrió el agua salada, quedan ciertas lagunas ó charcos grandes y pequeños entre las rocas, y detras de los bancos de arena, como asimismo en los hoyos de los propios arenales.
Estos depósitos retienen varios mariscos y peces, algunos de regular tamaño; y aun suelen hallarse bastante crecidos en las grandes lagunas que quedan entre los algares, y charcos que forman las faxas ó listas de rocas, que suele haber en muchos parages.
Los pescadores siempre vigilantes á los aprovechamientos que les facilita su profesión, y con igual intento muchos habitantes de los Pueblos marítimos, que no ignoran que por lo regular la marea dexa algo de que poder utilizarse, apenas ha descendido, acuden con Fisgas, Espadillas, Camberas, Salabres, y otros instrumentos semejantes, á no perder la buena ocasión de coger peces ó mariscos.
Esta costumbre, tan natural como antigua, es de creer lo sea tanto, que podemos contar su origen desde el momento que hubo habitadores á las inmediaciones de los mares. Y que ella misma con el discurso del tiempo fué la que induxo á la invención de Corrales á alguno de aquellos, cuya perspicacia saca partido del descuido común en cosas, que después de halladas todos celebran la novedad, aunque no la admiren por lo facil del concepto que ven como trivial, no obstante de que ninguno hubiese jamás discurrido en producirlo.
La subida de las aguas, la venida con ellas de muchísimos peces, el retirarse de aquellas, y el marcharse también de estos, fué sin duda un estímulo al discurso humano, porque llegó á sentir la pérdida de tanto fruto, y mas advirtiendo que solo quedaba de él un tenue residuos en tal qual poza ó charco.
El medio de ocurrir á ella, sin duda que a primera vista pareció inaccesible, pues que no podría suministrarle á la razon la imposibilidad de abarcar un determinado espacio, que conteniendo aguas y peces, diese lugar á la salida de las primeras; de manera que los segundos quedasen á la franca disposicion del hombre.
Es constante que los antiguos hallaron el uso de las Cetarias en que mantenian como depósitos vivos los peces para quando los habian menester, en ellas se conservaban con gran cantidad de agua, segun podemos inferir de su construccion, mas nunca era verificable la comodidad de coger la pesca en seco.
Como no sosiega el discurso humano siempre que lo executen las necesidades, y con particularidad aquellas que en el orden físico exigen precisiones de la subsistencia del individuo, imaginó y consiguió el intento.
No bastando á contentarse los pocos peces retenidos en los charcos que dexaban las mareas, proporcionó un medio mas completo la industria, tomando por imitacion el efecto de las mismas pozas ó lagunas, pero con distintas ventajas.
Las piedras de que por lo regular abundan tanto las Costas, fueron sin duda el primer auxilio y el material primero con que pudo poner en execucion la idea.
Concebida esta en los términos de formar en las playas un espacio rodeado de tosca pared con cierta altura, para que con el fluxo del mar quedase inundado; y por el contrario, en el refluxo resultase enteramente descubierto ó en seco: deduxo que todos aquellos peces ó mariscos que entrarian en aquel recinto, ó á lo menos una gran parte debian de quedar en la baxada de las mismas aguas con facilidad engañados, y en una prision invencible; porque colando aquellas insensiblemente por los intersticios de la pared, en llegando á nivelarse con esta la superficie del mar, segun induce el decurso casi imperceptible, los peces no podrían salir de allí.
Convencido de semejante verdad, á que acaso contribuyó con más evidente demostración algún accidente, dispuso y colocó unas piedras sobre otras y formó un Corral.
No es dudable fuese este imperfecto en su execucion primera, y tal vez aún mas informe, y reducida (…)”.
[SÁÑEZ REGUART, Antonio – Comisario Real de Guerra de Marina – “Diccionario histórico de los artes de la pesca nacional”, Tomo III, pp. 313-316 – Imprenta de la Viuda de Ibarra – Madrid (1791)]
Establecidos estos dos conceptos principales (esto es, la antigüedad milenaria de la actividad de pesca a pie y el hecho de que dicha actividad es anterior a la construcción de los corrales de pesquería) nos hemos de enfrentar a una cuestión más. Esto es, ¿en qué momento histórico tuvo lugar la construcción de los corrales de pesca?
Es esta una cuestión que va a resultar de más difícil respuesta, y no precisamente por falta de la misma, sino por el elevado número de las que han sido enunciadas hasta el momento y, concretamente, porque cada una de ellas representa una teoría que, al menos aparentemente, resulta incompatible con las restantes.
Una de las opiniones que atribuiría una mayor antigüedad a los corrales de pesca la encontramos en el trabajo ya previamente citado de Martín Arrázola y Martín Goërg:
“La construcción de paraderos en el cauce de los ríos, con el fin de atrapar a los salmónidos aprovechando los períodos de emigración, es una técnica elemental que el hombre moderno desarrolla en Europa a partir del Holoceno final.
Inicialmente consistían en barreras construidas en el curso de los ríos mediante estacas o cinchados de ramajes, para la pesca de salmónidos, como se ha podido constatar se practicaba ya hace 7.500 años en el río Dubná (Moscú). Las piezas cercadas en la empalizada eran finalmente atrapadas a mano o mediante arpones y nasas.
En todos los mares de la tierra tenemos evidencias de la utilización de los arrecifes costeros para la captura de variadas especies marinas y su implementación mediante empalizadas o muros de mampostería, para atrapar cefalópodos y peces aprovechando el reflujo de las mareas.
La utilización de recintos costeros para atrapar el pescado aprovechando el reflujo de las mareas presenta un amplio muestrario en la costa Atlántica, y en particular en la Bretaña francesa.
Construidos mediante postes o en mampostería, su forma se adapta a las condiciones de la orilla, adoptando forma redondeadas en los litorales abiertos o formando cercados cuadrangulares aprovechando las escoleras de la costa. La altura y parcelación de los corrales depende de la altura de las mareas ya que la cosecha se diversifica con la mayor profundidad.
Los corrales de pesca han venido siendo utilizados a lo largo de milenios y su presencia es fácilmente constatable en las costas del golfo de Cádiz (…)”.
[MARTÍN ARRÁZOLA, Carolina Ana y MARTÍN GOËRG, Miguel Francisco – “Embarcaciones íberas en la Laja Alta. Consideraciones técnicas” – Repositorio de Objetos de Docencia e Investigación de la Universidad de Cádiz (2012)]
Siguiendo un orden según la mayor antigüedad atribuida a los corrales de pesca, la siguiente opinión la encontramos en el trabajo de Compán Vázquez:
“Andalucía siempre fue bastante rica en pesca y salinas. Esta actividad apareció muy tempranamente aquí, las pinturas paleolíticas de peces en la Cueva de Nerja son un ejemplo Llegó a estar muy desarrollada a partir del Eneolítico (quedan restos impresionantes como los corrales de pesca de Chipiona y Rota, o el extenso complejo megalítico sumergido de cetáreas al sur de Barbate) y alcanzó gran esplendor entre los siglos V a.C. y V d.C. en que este litoral fue el principal abastecedor de los mercados urbanos del Mediterráneo central y oriental”.
[COMPÁN VÁZQUEZ, Diego – Departamento de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física de la Universidad de Granada – “El legado de la pesca marítima en Andalucía. Propuesta para su recuperación”. Debate e Investigación, PH44 (2003)]
Los autores García Vargas y Muñoz Vicente, por su parte, efectúan una datación más reciente, pero aún en momento anterior a la aparición de documentos escritos y de lo que denominamos, stricto sensu, como Historia:
“Factores culturales, geográficos y bio-hidrológicos deben considerarse como determinantes a la hora de provocar esta diferenciación general que ya señalábamos al principio de estas líneas como característica de la pesca protohistórica andaluza; pero lo que nos interesa ahora es señalar que desde los inicios de la pesca a escala amplia puede señalarse el empleo de artes diversas centradas respectivamente en el uso del anzuelo y de redes de luz de malla y de tamaño diversos –aunque deben mencionarse también para ésta época y la posterior otros tipos de pesca menos productivos como las que emplean los llamados “corrales” (Moreno Páramo y Abad Casal, 1978) o las que usan de otros instrumentos como el tridente (García Vargas, 2001:16)- artes que serán empleadas también en época romana”.
[GARCÍA VARGAS, Enrique (Universidad de Sevilla) y MUÑOZ VICENTE, Ángel (Arqueólogo – Delegación Provincial de Cultura de Cádiz) – “Reconocer la cultura pesquera de la Antigüedad en Andalucía”. Debate e Investigación, PH44 (2003)]
Retomemos en este punto la obra de Sáñez Reguart, a la que ya hemos acudido anteriormente, pues con ella iniciaremos la exposición de una teoría distinta (y, por otra parte, la más numerosa en cuanto a los autores que la propugnan) en cuanto al momento histórico que vio la aparición de los corrales de pesca, ubicándolo en el tiempo de la presencia romana en la península:
“El impuesto que exîgia el Fisco de los Romanos sobre estas clase de pesqueras, acredita su generalidad ya en aquel tiempo. Debemos persuadirnos que su multiplicación procedió del objeto de lograr el aprovechamiento exclusivo del conocido pasage de ciertos peces, que anualmente aparecen transmigrando por las Costas; y así no es dudable que otros mas precavidos hácia su particular interés construyéron Corrales de firme, con el fin de hacer fixo y perpetuo un establecimiento, cuya posesión nadie pudiese alterarles.
En quanto á los primeros, como su intento solo era usufructo del preciso tiempo del paso de peces de determinadas especies, por la ocupación pasagera de las partes de playa que comprehendian semejantes Corrales, no se verificaba gravamen á la libertad de la pesca, pues no sufria en lo general mas interrupcion, que lo que duraba el término de la temporada ó pasage; porque una vez concluido, tenia todo pescador la libre accion de ocupar para la siguiente u otras el mismo terreno ó espacio de playa, que deba quedar desembarazado. Esto no es un perjuicio, sino la costumbre propia de las pesquerías, como que el sitio que supongamos hoy con sus artes disfruta uno, apenas le desocupó, llega otro á poseerle mientras exerce ó usa de los suyos; á ménos de que no haya el ordenamiento de sorteo y preciso turno, segun son las clases de las pescas. Y así esta práctica léjos de ser perjudicial, es tan natural como necesaria al fomento de la pesca misma, pues con semejante recíproca libertad puede asegurarse la continuacion de sus progresos.
No es dable se verificase así con aquellos que construian Corrales permanentes de piedra, esto es, con una firmeza distinta que la de los que se acaba de hacer mencion; porque el que llegó a construir uno de esta clase, adquirió desde luego un derecho a pescar á perpetuidad sobre el terreno ocupado, excluyendo por este medio á todo otro pescador: uso que en todos tiempos será absolutamente contrario á la libertad de la pesca.
En el de los Emperadores Romanos, ó sea que los pueblos sometidos á su dominio no se dedicasen tanto á ella, especialmente á la de mariscos, como en el dia se executa, ó sea que aquellos Césares exîgian, como se ha dicho, contribucion pecuniaria sobre los Corrales y pesquerías, que intitulaban Remorae piscatorae, prefiriendo su interes particular al bien general de sus súbditos, dexáron que el uso, malamente admitido, ó pasado en fuerza de ley, atribúyese á los propietarios de los terrenos contiguos á las riberas del mar el derecho de construir Corrales sobre las playas en todo lo que comprehendia la extension de sus terrenos hácia ellas, con tal que pagasen un tributo proporcionado (…)”.
[SAÑEZ REGUART, Antonio – Comisario Real de Guerra de Marina – “Diccionario histórico de los artes de la pesca nacional”, Tomo III, pp. 341-343 – Imprenta de la Viuda de Ibarra – Madrid (1791)]
La posible aparición inicial de los corrales de pesca durante el período histórico de la presencia romana en la península es también apuntada por Bernal Casasola:
“Por último, citar la posibilidad de que al menos parte del instrumental tradicional que conocemos etnográficamente como las “fisgas”, “fitoras” o “francajos” (tridentes) y el tradicional “garabato” (o punta metálica rematada en un gancho) que constituyen el habitual instrumental de pesca en los corrales (Arias García, 2005, 170-173) hubiesen sido utilizados asimismo por los mariscadores romanos”.
[BERNAL CASASOLA, Darío – “Rastreando a los mariscadores romanos en las playas del círculo del Estrecho”. Catálogo de la exposición “Pescar con Arte – Fenicios y romanos en el origen de los aparejos andaluces”, pp. 49-51 (2011)]
Una referencia más en la que se puede sostener esta teoría histórica nos la aporta Durán Salado:
“En la costa noratlántica de la provincia de Cádiz se localiza un conjunto de construcciones sobre la franja intermareal de los municipios de Rota, Chipiona y Sanlúcar de Barrameda vinculadas a un arte de pesca tradicional desde la época romana. Nos estamos refiriendo al corral marino, una de las formas más primitiva de recolección en el mar”.
[DURÁN SALADO, Isabel – Antropóloga Grupo Patrimonio Etnológico, Recursos Socioeconómicos y Simbolismo – “La protección de los corrales marinos de Rota y Sanlúcar de Barrameda”. Debate e Investigación, PH44 (2003)]
Por su parte encontramos una nueva muestra de este parecer en la obra de Fernández Pérez:
“De entre los procedimientos de pesca más notables que se remontan a la época romana y de los que han quedado algunos vestigios en nuestra costa hay que destacar los corrales. Nos detendremos en ellos por su originalidad y por haber pervivido durante muchos siglos.
Los corrales se establecieron en costas atlánticas en las que las mareas son apreciables. El nombre castellano proviene de su estructura, que recuerda los recintos formados con tapias de piedra para guardar el ganado. En el caso de los corrales marinos su función no ha sido guardar peces sino capturarlos en su interior cuando se retiraban las aguas con las mareas, por ello eran, como vernos a continuación, abiertos.
(…)
Los lugares mejor conocidos y donde los corrales han perdurado hasta nuestros días – aunque ya no se practique este tipo de pesca- son lo que se extienden por la bahía de Cádiz en sus zonas rocosas formadas por piedra ostionera, que soporta sin altearse su inmersión en el agua salada. Los hay desde la costa marítima de Cádiz hasta las proximidades de la desembocadura del Guadalquivir en Sanlúcar de Barrameda. Se conservan aún en buen estado los corrales de Chipiona. En muchos lugares de la costa de la bahía gaditana la existencia del fango impidió la fabricación de las paredes que requieren los corrales. Muy probablemente en esos lugares lo que se hizo fue fabricar corrales con estacas y mimbre, que no han podido perdurar con el paso del tiempo”.
[FERNÁNDEZ PÉREZ, Joaquín – Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid – “Consideraciones sobre la pesca romana en Hispania” pp. 8-10]
Por último, en cuanto a la teoría del origen romano de los corrales de pesca, hemos de señalar el trabajo Muñoz Pérez, Acha Martín y Fagés Antiñolo:
“Descripción de los corrales.
Sus orígenes.
La tradición pesquera en la zona se remonta a la época romana, y se ve atestiguada por la localización y el hallazgo de una notable relación de yacimientos. En Chipiona, uno de los mejor conocidos es el alfar de “El Olivar”, que abarca desde el siglo III antes de Cristo hasta el siglo V de nuestra era. Se encuentra situado a 2 km. de la línea de costa y su producción se centraba en ánforas destinadas a la conservación y transporte de salazones de pescado (Lapeña, 1993). Sin embargo los autores no han encontrado nada referente a los corrales en ninguno de las fuentes históricas escritas de la época (Avieno, Estrabón Mela, Plinio y Ptolomeo)”.
[MUÑOZ PÉREZ, Juan José (Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos – Demarcación de Costas de Andalucía-Atlántico), ACHA MARTÍN, Antonio (Biólogo – Hidtma Hidrláulica y Medio Ambiente) y FAGÉS ANTIÑOLO, Lorenzo (Ingeniero Técnico de Obras Públicas e Ingeniero Civil – Demarcación de Costas de Andalucía-Atlántico) – “Los corrales de pesca en la costa gaditana: siglos de entender el mar y sus recursos” – Revista de Obras Públicas, número 3.428, p.52]
Pero ya hemos citado al inicio de este apartado que son varias las teorías en referencia al momento histórico que conoció de la primera aparición de los corrales de pesquería en nuestra costa, y aún queda la que tiende a fijar dicho momento en la época de presencia musulmana en nuestra tierra.
Podemos señalar, a este particular, el contenido de la obra de Ramos Millán ya antes mencionada:
“Los corrales de pesca fueron una más de las trascendentales innovaciones de ingenios preindustriales de la economía básica, que fueron aportadas por la cultura amazighe a este crisol andalusí. La construcción de los corrales de Chipiona representó una verdadera revolución para la pesca costera gaditana, y su éxito productivo les depararía la larga vida que han mostrado. La sucesión de los tres corrales andalusíes, que triplican la producción pesquera a lo largo de cinco siglos, manifiesta un crecimiento poblacional de la alquería y su competencia histórica.
La trampa de piedra es un ingenio preindustrial propio de un sistema intensivo de producción pesquera. En nuestro caso andalusí, estamos ante el contexto histórico anterior a la concepción de la propiedad privada señorial de los mismos tras la Reconquista (p. ej. FLORIDO, 2011)”.
[RAMOS MILLÁN, Antonio – “Una hermenéutica de la arqueología del mar. Las pesqueras bereberes de corrales de piedra de la Chipiona andalusí (Cádiz)” – Revista “Antiqvitas”, número 28, p. 160 (2016)]
Una nueva muestra de esta teoría la encontramos en el trabajo Florido del Corral:
“La pesca en corrales de piedra, en el tramo costero comprendido entre Cádiz y Sanlúcar de Barameda, ha sido una constante histórica, desde época islámica al menos, hasta la actualidad. En los discursos de patrimonialización de los corrales gaditanos se insiste en que los corrales se retrotraen al horizonte romano, pues está bien atestiguado el uso de los platiers rocosos como canteras de roca ostionera. Sin embargo, el registro arqueológico no ha permitido, a fecha de hoy, documentar la existencia de corrales de pesquería en fechas tan tempranas, aunque sí están documentadas, tanto literaria como arqueológicamente, otros ingenios más complejos como viveros e peces en zonas de la costa gaditana (Bernal et al. 2011)”.
[FLORIDO DEL CORRAL, David – Departamento de Antropología Social de la Universidad de Sevilla – “Los corrales de pesca en la provincia de Cádiz: usos y apropiaciones en torno a un paisaje culturas” – Actas del XIII Congreso de Antropología de la FAAEE-Federación de Asociaciones de Antropología del Estado Español, p. 2.937 – Tarragona (2014)]
Y, para concluir esta exposición, retomemos la obra ya anteriormente enunciada de Muñoz Pérez, Acha Martín y Fagés Antiñolo, si bien lo que se indica en la misma a este respecto es una conclusión emitida por un tercero:
“Con la presencia musulmana la actividad pesquera ve reducida su importancia, volviendo a cobrar auge a finales de la Edad Media. Sin embargo, es el propio historiador Lapeña (1993) el que atribuye un origen árabe a los corrales (…)”.
[MUÑOZ PÉREZ, Juan José (Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos – Demarcación de Costas de Andalucía-Atlántico), ACHA MARTÍN, Antonio (Biólogo – Hidtma Hidráulica y Medio Ambiente) y FAGÉS ANTIÑOLO, Lorenzo (Ingeniero Técnico de Obras Públicas e Ingeniero Civil – Demarcación de Costas de Andalucía-Atlántico) – “Los corrales de pesca en la costa gaditana: siglos de entender el mar y sus recursos” – Revista de Obras Públicas, número 3.428, p.52]
De cuanto se ha expuesto hasta el momento, así pues, cabe extraer algunas nociones básicas sobre las que es preciso hacer especial hincapié:
1 - La actividad de pesca a pie se realiza en nuestras costas desde que el ser humano se aposentó en ellas, con independencia de la datación temporal que se quiera establecer al respecto de dicho evento. Si bien esta es una característica común aplicable a cualquier otro espacio costero, existe una diferencia fundamental con respecto a la mayor parte de las mismas: que dicha actividad se ha mantenido ininterrumpidamente hasta el día de hoy.
2 - La construcción de los primeros corrales de pesca tuvo lugar en un momento que no se puede datar de manera cierta (desde la etapa prehistórica, pasando por la época protohistórica, período de ocupación romana, o simultánea con la presencia musulmana en la Península), pero en cualquier caso con posterioridad al nacimiento de la práctica de la pesca a pie (y en determinados casos señalándose como una evolución o mejora a la pesca a pie en el medio natural). Esta circunstancia, evidentemente, constituye un nuevo elemento diferencial en cuanto a que los corrales de pesca se han mantenido conservados y plenamente operativos hasta el presente.
3 - La actividad de pesca a pie se siguió manteniendo de manera ininterrumpida incluso tras la aparición de los corrales de pesca, puesto que estos eran controlados por unos pocos, mientras que el aprovechamiento del recurso constituía objetivo de todos. Con este tercer elemento diferencial se puede concluir que estamos ante un supuesto prácticamente único.
RESEÑAS DOCUMENTALES ANTIGUAS
En consecuencia con lo previamente expuesto, puede afirmarse que hablar de corrales de pesca es hablar de pesca a pie, de igual modo que hablar de pesca a pie es hablar de corrales de pesca (aunque siempre partiendo de la mayor antigüedad histórica de la pesca a pie). Ambos conceptos, por definición, están tan íntimamente ligados que no resulta imaginable pretender separarlos.
Esta inequívoca conclusión resulta de singular importancia por el hecho de que ha sido menos fructífera la localización de textos que se refieran expresa y exclusivamente a la actividad de pesca a pie que a los propios corrales de pesca, quizá porque, como actividad, no fuera considerada en ningún momento, a lo largo de la historia, susceptible de constituir objeto específico de estudio, tal vez por el mero hecho de ser algo tan cotidiano y normalizado que se convertía, precisamente, en opuesto a lo excepcional y digno de mención, o tal vez por el hecho, como ya se ha adelantado en la identificación del binomio antes señalado, de que la propia referencia a los corrales de pesca incluía el propio reconocimiento de dicha actividad.
No obstante, ese menor número no viene a indicar en modo alguno una total inexistencia de referencias escritas a personas que históricamente realizaban la actividad de pesca a pie en el exterior de los corrales de pesca.
Los ejemplos que se van a señalar seguidamente responden a una característica común: la existencia de un litigio entre partes. De ello se derivan dos conclusiones simultáneas:
* La primera, que efectivamente existía una pesca a pie en el exterior de los corrales de pesca.
* La segunda, que no existen más referencias a la misma porque, como se ha apuntado anteriormente, era un uso cotidiano y normalizado opuesto a lo excepcional y digno de mención y que tan solo era objeto de un tratamiento (en estos casos en un plano legal y, por ende, generando un rastro documental) cuando dicha normalidad se quebraba.
El primer ejemplo ha sido localizado en el Archivo Municipal del Ilmo. Ayuntamiento de Chipiona:
“En este Cabildo se dijo que por los corraleros y demás pescadores de ella se está vendiendo la libra de pescado de cualquier calidad que sea a diferentes precios y estos muy excesivos (…)”.
[Archivo Municipal del Ilmo. Ayuntamiento de Chipiona – Acta Capitular de 04 de julio de 1679 – Actas 1679 – Folio 313-vto.]
Resulta posible pretender que ese “demás pescadores de ella” sea objeto de interpretación distinta a que se tratara de pescadores a pie, habida cuenta la amplia existencia de modalidades pesqueras. No obstante, la interpretación forzosamente ha de llevarse a cabo, de manera específica, tomando en consideración el momento histórico de que se trata, y a tales efectos es preciso ponderar:
* Que la venta de que se hace eco el Cabildo es la efectuada por los pescadores “de ella”, esto es, de la propia localidad y que vendían en la misma las capturas conseguidas.
* Que la pesca deportiva, incluso de existir, no redundaría en la gravosa venta de pescado a precios elevados que es objeto de consideración por el Cabildo.
* Que la pesca profesional, como tal, no tuvo representación en Chipiona hasta bastantes siglos después. De hecho en el Padrón de Riqueza de 1818 aún se dejaba constancia de que
“Nota: En esta Villa, por ser su costa bravía, los barcos que había de tráfico, pues de pesca no ha habido ninguno, se han pasado a la Matrícula de Sevilla, por lo cual no se ponen, y sí solo los Corrales de Pesquería que hay en su costa y son los siguientes (…)”.
[Archivo Municipal del Ilmo. Ayuntamiento de Chipiona – Padrón de Riqueza en la localidad elaborado en cumplimiento de la Real Orden de 18 de febrero de 1818]
Pero incluso si la propia interpretación correcta del texto generase algún tipo de controversia, también puede hacerse mención a otro documento hallado en el Archivo Histórico Nacional:
“Las condiciones que Vuestra Señoría ha de mandar guardar son las siguientes: primeramente, que ninguna red estante pueda pescar en el dicho Corral, ni con seis cuerdas toledanas alrededor, so pena de seiscientos maravedís y perdidas las cuerdas y barcos. = Item que los trasmallos no puedan pescar en todo el sitio de la albufera del dicho Corral, que es desde el Corral del Gallego, hasta los Corrales que están junto a la villa de Chipiona, so la misma pena. = Item que ningún Pescador de Candil pueda entrar en el dicho sitio de la albufera del dicho Corral a pescar besugos, ni otro pescado, so la dicha pena, y porque estos pescan de noche, que con juramento de un solo testigo sean penados, y las dichas penas manden que sean del arrendador del dicho Corral (…).”
[Archivo Histórico Nacional – Sección Nobleza – Osuna – C.184, D.99-100 – Escritura 1680 – Folio 585-vto.]
En aparente contradicción frente a lo anteriormente referido sobre la inexistencia de pesca profesional, en este caso se hace señalamiento de pesca con redes y trasmallos. No obstante, esa contracción no deja de ser exactamente eso, aparente, por razón de que se está describiendo la “albufera” (hoy sería definida como tal, sino como “rada” o “ensenada”) del espacio comprendido entre la Punta de Montijo y el actual Puerto Deportivo y Pesquero y que, por ello, es equidistante a la vecina localidad de Sanlúcar de Barrameda, en que la que sí existe mayor tradición de modalidades de pesca realizadas desde embarcación (y, por ello, que no es aplicable el señalamiento hecho en el texto precedente, en el que se habla de personas de Chipiona que hacen la venta de pescado y que son “de ella”, esto es, de la propia Chipiona).
A mayor abundamiento, en la redacción de este texto encontramos también una muestra de la antigüedad en cuanto a la realización de la actividad de pesca a pie en horario nocturno, como se lleva a cabo aún en la actualidad.
La práctica de la actividad de pesca a pie en el exterior de los corrales de pesca (y en el interior de los mismos) es puesta de manifiesto, de igual modo, en el texto de los franciscanos Aracil y Martínez, en su obra “Reseña Histórico-Descriptiva del Santuario y Convento de Nuestra Señora de Regla”, del que se hace eco Tofino en el siglo XVIII:
“Al Sur 9 grados 40 grados Este de la Punta de Chipiona y distante media legua está la punta de los Corrales de Regla, que es rasa y de piedras, con varios corrales de pesquería que salen de la costa más de dos cables, además de hallarse todo sembrado de piedras por naturaleza hasta un tercio de milla hacia el Oeste. Entre estos dos puntos hace la costa un poco de ensenada, con playa llana y hermosísima, en cuyo saco y próximo a la orilla se alza el célebre Santuario de Regla. Al sur 22 grados Este de la Punta de los Corrales está Punta Candor, mediando entre ambas Meca y Costa Almadraba.
En estas rocas y corrales de la playa anidan infinidad de mariscos y pequeños peces que hacen muy entretenida y agradable su pesca en las bajo-mareas, pudiendo avanzarse por ellas a pie enjuto muy adentro en el mar (…)”.
[ARACIL y MARTINEZ – “Reseña Histórico-Descriptiva del Santuario y Convento de Nuestra Señora de Regla” – Citado por NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 22 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
De cualquier modo, y como se ha afirmado al inicio de esta sección, hemos de considerar forzosamente vinculada las técnicas de pesca a pie a la existencia de los corrales de pesquería o corrales de pesca, sobre los que sí se han podido localizar un mayor número de textos antiguos, dado que en su momento fueron importantes centros de obtención de recursos pesqueros y que, por ello, comportaban un importante valor económico y resultaban objeto de distintas y hasta curiosas transacciones comerciales que necesariamente debían quedar convenientemente documentadas.
Para alcanzar una aproximación al concepto de indisolubilidad entre pesca a pie y corrales de pesca basta con olvidar momentáneamente nuestra actual realidad social y económica y posicionarnos, aunque tan solo sea brevemente, en la situación propia del contexto histórico correspondiente al momento en que se redactó el primer documento localizado hasta el momento al respecto de los corrales de pesca o corrales de pesquería (siglo XIV).
VISTA DE LA CIUDAD DE CÁDIZ EN 1564
(AUTOR: JORIS HOEFNAGEL)
En aquellos momentos los corrales de pesca, al igual que todos los elementos susceptibles de generar riqueza (básicamente encuadrados en las áreas de pesca y agricultura, amén de unos mínimos elementos de producción artesanal, más que industrial, y una incipiente estructura comercial a partir de mercados de celebración periódica) se concentraba en poder de los nobles. La nobleza, así pues, mantenía y controlaba una situación eminentemente monopolística, que encontraba algunas excepciones, por sus propias donaciones permanentes o cesiones temporales, a favor de las órdenes religiosas.
Resulta evidente que el “estado del bienestar” que hoy conocemos no tiene nada que ver con la situación registrada en el siglo XIV: los elementos generadores de riqueza se encontraban en poder de la nobleza, clase muy celosa de sus prerrogativas, y que la mayor parte de la población (por aquel entonces, en plena fase de Reconquista, procedente de repoblaciones cristianas, que se integró y adoptó las costumbres de los habitantes ya establecidos en la zona) constituían una masa de peones y braceros para la realización de trabajos simples manuales caracterizados por la extensión de su duración diaria y su escasa retribución.
Por otro lado, a un tiro de piedra, ahí se encontraba el mar: fuente generadora de recursos, si bien no económicos, al menos sí alimenticios o de consumo a un nivel doméstico o familiar. Ciertamente las prerrogativas y exclusividad sobre la caza y la titularidad sobre campos y montes no resultaban extensibles hacia la pesca marítima pues ni tan siquiera hoy ha sido posible ponerle fronteras al mar, excepción hecha por entonces hacia almadrabas y corrales de pesca.
En este contexto es fácil suponer el acceso de los habitantes de estas costas (tal vez en la persona de sus esposas e hijos menores, pues los varones juveniles y adultos carecían de cualquier forma de tiempo de ocio en un sistema de jornadas de trabajo continuas y sin descanso) a los sectores de mar no comprendidos dentro de los límites de los corrales de pesca, pero útiles como fuente de obtención alimenticia adicional a las limitaciones propias de aquellos tiempos, en especial mediante la utilización de unos elementos y útiles tan básicos y sencillos como de los que, aún a día de hoy, se sigue haciendo uso.
Esta acreditación histórica, efectivamente, procede directamente de la primera reseña escrita relativa a la existencia de los corrales de pesca, que data del 16 de julio de 1399, cuando D. Pedro III Ponce de León, Señor de Marchena, donó el corral de pesca denominado “La Cuba” y otros más al Monasterio de Regla para el sustento de los frailes agustinos, quienes precedieron a los actuales frailes franciscanos.
El documento de donación, según relata Carmona Bohórquez en su libro manuscrito de 1637, dice así:
“Don Pedro Ponce de León, Señor de Marchena, a 16 de julio de 1399, hace donación al Convento de Regla, de unos corrales de pesquería que están en la punta que llaman de La Cuba, que dice heredado del Conde D. Joan, en el término de Rota, y dónolo libremente sin carga, para el sustento de los religiosos de la dicha casa”.
[CARMONA BOHÓRQUEZ, Diego – “Historia Sacra” – Libro IV, Cap. VII, p. 231 – Citado por NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 39 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
Una vez más, la auténtica puesta en valor de este documento ha de ser debidamente ponderada en función del momento histórico del que se trata, pues podría interpretarse que se trata de un dato ajeno al caso de Chipiona (se indica que es una donación “en el término de Rota”).
Efectivamente, los corrales de que se trata son los hoy nombrados como Corral “Hondo” y Corral “Chico”, presentes, entonces y ahora, en la Punta de la Cuba de la localidad de Chipiona. La explicación a esta extraña circunstancia responde al hecho de que era Chipiona la que no existía como tal (dado que la localidad no obtuvo Carta Puebla hasta el 7 de julio de 1477, por otorgamiento realizado por D. Rodrigo Ponce de León), y que dependía, en ese momento histórico, de la localidad de Rota.
En consecuencia los corrales de pesca resultan ser anteriores, incluso, a la propia existencia de la localidad como tal.
DESEMBOCADURA DEL RÍO GUADALQUIVIR EN 1599, POR SAMUEL CHAMPLAIN,
FUNDADOR DE LA CIUDAD DE QUEBEC (CANADÁ, 1608).
JUNTO AL DIBUJO DE LA EDIFICACION QUE SE IDENTIFICA COMO EL CASTILLO
DE CHIPIONA (PLAYA DE LAS CANTERAS) SE IDENTIFICA LA EXISTENCIA DE
UN CORRAL (“CORAR”) DE PESCA
El padre agustino describe la existencia de los corrales de pesquería del siguiente modo:
“Por este extremo de mar, hacia la playa que tira a la parte de la villa de Rota, están muchos corrales de pesquería, en los cuales se coge gran cantidad de pescado de todo género y de mucho regalo, soliendo salir muchos muertos y otros vivos que las mareas arrojan fuera”.
[CARMONA BOHÓRQUEZ, Diego – “Historia Sacra” – Libro IV, Cap. XI, p. 248 – Citado por NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 40 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
Este mismo autor dice que:
“La gente de Chipiona habían dejado como limosna al Convento de Regla, según papeles y escrituras, tres corrales de pesquería”.
[CARMONA BOHÓRQUEZ, Diego – “Historia Sacra” – Libro IV, Cap. XI, p. 236 – Citado por NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 41 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
Pero no es ésta la única fuente histórica que nos ha proporcionado conocimiento documental de la evolución de los corrales de pesca durante el transcurso de estos siglos…
En el Archivo de los Duques de Medina Sidonia se nos dice que los corrales de pesquería de “Montijo” y “Corvina” fueron donados al Convento de Barrameda por el primer Duque Don Juan el 20 de agosto de 1451 y 8 de septiembre de 1466 respectivamente, citándose en el caso de la primera de estas donaciones que se trataba de “una tercera parte del Corral” [Archivo de la Casa Ducal de Medina Sidonia, Legajo 4.824 – Citado por NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 39 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
En un documento manuscrito que lleva por título “Protocolo del Convento de Nuestra Señora de Regla”, igualmente conservado en el Archivo de los Duques de Medina Sidonia, se expresa que el 3 de noviembre de 1560, Francisco Pavón, vecino de Chipiona, donó a dicho Convento un corral de pesquería llamado “Pelayo”, ubicado a la Puerta de la Mar de Chipiona (el referido corral es el hoy denominado como Corral “Trapillo”, colindante con la Playa Cruz del Mar) [MORENO OLLERO, Antonio – Cuadernos de Estudios Medievales, VIII-IX “El Convento de Nuestra Señora de Regla en Chipiona (Cádiz): Formación de su patrimonio”, p. 196 – Citado por NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 39 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
En el siglo XVI se menciona el corral del “Gallego”, que estaba ubicado en la punta de lo que hoy se denomina Montijo, lugar en el que actualmente sigue existiendo un corral de pesca [MUÑOZ PÉREZ, José – “La Pesca en la Desembocadura del Guadalquivir”, p. 158, 1972 – Citado por NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 39 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
A este corral, durante la segunda mitad del siglo XVII, se le denominaba “Espadero Juan Martín”, donde se labró otro en 1697 [NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 39 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
Velázquez Gaztelu, en su libro sobre la Historia Antigua de Sanlúcar de Barrameda, hace mención a estos corrales de la siguiente forma:
“(…) y siguiendo la playa que conduce a Chipiona y Regla, hasta enfrentar con el corral de la pesquería llamado en la visita antigua, del Gallego, y entonces de Juan Martín, propio hoy del Hospital de San Juan de Dios de esta ciudad, por donación posterior que le hizo la Santa Cartuja de Jerez de la Frontera”.
[VELÁZQUEZ GAZTELU, Juan Pedro – “Historia Antigua y Moderna de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Sanlúcar de Barrameda”. Volumen II, pp. 238-239, 1760 – Citado por NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, pp. 41-42 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
Los datos existentes en los archivos de Regla revelan, tras 150 años de pacífica posesión, ciertos conflictos con el municipio. Uno de ellos se refleja en una Provisión, fechada a 16 de noviembre de 1553, en la que el Duque…
“(…) manda a sus Justicias de la Villa de Chipiona para que (este convento) pueda comprar, primero que otro alguno, pescado de los corrales que tiene, sin que les puedan apremiar a que lo vayan a comprar a la Villa”.
[BUEY, Félix del – Archivo de Regla, Leg. 4 – Citado por NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 42 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
Otro es un memorial de 10 de enero de 1557, en el que el prior Juan de Espínola se queja al Duque de la decisión de los Justicias de Chipiona…
“(…) sobre embargar no se comprase pescado de los corrales propios del convento, sino que fuesen a la pescadería”.
[BUEY, Félix del – Archivo de Regla, Leg. 5 – Citado por NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 42 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
Y otro es un despacho de 10 de marzo de 1558, contra los Justicias de Chipiona, quienes…
“(…) llegaron a perseguir a los pescadores por vender directamente al Convento el pescado de sus corrales”.
[BUEY, Félix del – Archivo de Regla, Leg. 6 – Citado por NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 43 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
También existen actas capitulares que nos revelan la propiedad de estos corrales por parte de vecinos de Sanlúcar de Barrameda, ya que en 1648 se acuerda por el Cabildo de Chipiona:
“(…) y atento a ver en esta Villa, algunos corrales de pesquería del que se causa el dicho derecho, y los tienen algunos vecinos de Sanlúcar y otros vecinos de esta dicha Villa, y para los corrales de la Cuba y Mentalaber, nombraron a Andrés de Montoro, para que de los corraleros y pescadores que hay en los dichos corrales, cobre de ellos de todo el pescado que mataren, pesándolo por libras a diez y seis maravedís por cada una, y se le notifique, lo acepte y tenga libro de cuenta y razón, de todo el que mataren en este dicho tiempo cobrando los dichos derechos y a ello sea apremiado hasta que se obligue y dé fianzas a satisfacción de este Consejo, y para lo que hay junto a esta Villa y el del corral demorante”.
“PLANO DE LA COSTA DE CHIPIONA Y DE LA BARRA DE SANLUCAR. ANONIMO. SIGLO XVIII”
ESPAÑA. MINISTERIO DE CULTURA. ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. MPD,47,78
REPRODUCCION AUTORIZADA POR LA SUBDIRECCION GENERAL DE LOS ARCHIVOS ESTATALES DEL MINISTERIO DE CULTURA, ENTIDAD COLABORADORA DE ESTA OBRA WEB
Hay otros documentos que nos desvelan la antigüedad de algunos corrales, como el de 5 de mayo de 1820, en el que una orden de la Diputación Provincial recoge que…
“Ezequiel Ruiz pretende la donación del corral de Camarón, solicitando se informe sobre el testamento de Dña. Catalina Lorenzo Algarín que dejó entre otras cosas, el corral de Camarón a la fábrica de la iglesia para pagar el mantenimiento de ésta y de la escuela de primeras letras”.
[Archivo Municipal del Ilmo. Ayuntamiento de Chipiona. – Acta Capitular del Ayuntamiento de Chipiona – 05 de mayo de 1820]
También en un acta de 1856 del Ayuntamiento de Chipiona se cita que Dña. Catalina Lorenzo Algarín dejó en testamento el Corral de “Camarón” para…
“(…) venderlo y que lo que se cogiera sirviera para hacer una escuela pública”.
[Archivo Municipal del Ilmo. Ayuntamiento de Chipiona. – Acta Capitular del Ayuntamiento de Chipiona – 02 de julio de 1856]
En una relación jurada del prior del Monasterio de Regla al Ayuntamiento de Chipiona sobre las propiedades que poseía en este término, en el año 1822, se incluye entre otras propiedades (fincas, campos, etc.) los corrales de pesca de “Longuera”, “Perro” y “Hondo”, especificando a la vez que los tenían arrendados y los valoraban en esta fecha en cuatro reales de vellón. [NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 43 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
En marzo de 1859, Diego Ruiz Mergalina, apoderado del presbítero Felipe Ruiz López, comunica al Ayuntamiento que es propietario del corral de “Camarón”, a la vez que le reclama los réditos desde 1840. En este escrito se dice que en ese momento el corral era propiedad de los propios del pueblo desde el año anterior. También dice que lo habían tenido que arreglar debido a los daños causados por los temporales, por lo que no podían pagarle nada. [NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 43 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
De este modo la Parroquia fue propietaria de este corral de pesquería hasta 1859, fecha en la que según las actas capitulares le fue enajenado mediante desamortización. También dice en ellas que los habían tenido que arreglar por motivo de los temporales. [NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 43 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
En la obra de Muñoz Pérez, “La pesca en la desembocadura del Guadalquivir”, su autor afirma (posiblemente en referencia al Corral “Nuevo”, en la Playa de las Canteras, del que fue propietario D. Juan Antonio Calderón Quijano, Decano de la Universidad de Sevilla) que:
“Algún corral de Chipiona es propiedad de algún relevante miembro de la alta sociedad sevillana”.
[MUÑOZ PÉREZ, José – “La Pesca en la Desembocadura del Guadalquivir”, p. 269, 1972 – Citado por NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 39 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
“PLANO TOPOGRAFICO DE LAS INMEDIACIONES DE CADIZ COMPRENDIDAS ENTRE SAN LUCAR DE BARRAMEDA, CONYL, MEDINA, XEREZ Y CAMPYÑA INMEDIATA SACADO DE LOS MEJORES PLANOS Y NOTICAS QUE SE HAN PODIDO ADQUIRIR”
JOSE CARDANO, 1809 – BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA / R.9744
En 1751 existían en Chipiona ocho corrales, de los cuales cinco eran de propiedad eclesiástica (cuatro del Convento de Regla y uno de la Colegial de San Salvador de Jerez de la Frontera). El Convento tenía cedido en arrendamiento dos de ellos, al igual que la Colegial, mientras que explotaba directamente los dos restantes. Había otros dos corrales propiedad de seglares y del octavo no se tienen noticias. Hay diez personas que figuran en el Catastro como arrendadores de corrales y mariscadores en los mismos. [NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 44 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
Diez años después, en 1761, aparecen sólo tres personas dedicadas a los corrales y siete de estas explotaciones pesqueras. [NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 44 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
Vemos, por tanto, que los corrales de pesca han variado en su número durante el transcurso de los años ya que, curiosamente, en 1751 había un corral más que diez años después, en 1761, aunque hay que tener en cuenta que en este transcurso de tiempo se produjo el maremoto de Lisboa (1755), que como es de suponer afectaría y devastaría alguno de ellos, pues si en la cercana Sanlúcar de Barrameda destruyó cinco corrales y en Rota deshizo el puerto pesquero, no sería de extrañar que en Chipiona ocurrieran desastres similares cuando el agua se desbordó saliéndose de sus límites. [NAVAL MOLERO, Juan Luis – Cronista Oficial de la Villa de Chipiona – “Los Corrales de Pesquería”, p. 44 – Editado por la Consejería de Relaciones Institucionales de la Junta de Andalucía – 2004]
Al respecto del nacimiento de algunos corrales de pesca existen referencias de cuándo fueron construidos. Así, en el Acta Capitular de 19 de noviembre de 1881 consta una comunicación del Comandante de Marina en la que dice que:
“D. Francisco Florido Castro puede hacer un corral adosado al de su propiedad llamado de “Camarón”.
[Archivo Municipal del Ilmo. Ayuntamiento de Chipiona. – Acta Capitular del Ayuntamiento de Chipiona – 19 de noviembre de 1881]
En otra Acta Capitular, de 1882, el Comandante de Marina pide al Ayuntamiento…
“...se le informe de la solicitud de D. Manuel Reina y Junquero para hacer un corral en el sitio denominado Punta de Montijo”.
[Archivo Municipal del Ilmo. Ayuntamiento de Chipiona. – Acta Capitular del Ayuntamiento de Chipiona – 28 de enero de 1882]
De igual modo este mismo particular solicita más tarde, el 25 de marzo de 1882, hacer otro Corral en el lugar denominado “Hondo Chico” y “Mariño” (consecuentemente se refiere al Corral “Canaleta del Diablo”), a lo que no se le pone reparo alguno para su construcción. [Archivo Municipal del Ilmo. Ayuntamiento de Chipiona. – Acta Capitular del Ayuntamiento de Chipiona – 25 de marzo de 1882]
Partiendo de la diferencia de fechas existentes entre las transmisiones de algunos corrales y las de las solicitudes para construir otros nuevos, es forzoso llegar a la conclusión de que no siempre han sido los mismos corrales los que han existido en Chipiona, ni tan siquiera la misma cantidad o en las mismas ubicaciones pues, posiblemente, no pocas veces habrán sido destrozados por la mar y luego reconstruidos en el mismo lugar o levantados en otros diferentes, tal vez incluso retranqueándose conforme el mar ha ido ganando terreno a la costa.
EL PASO DEL DIRIGIBLE ALEMAN “HINDENBURG” SOBRE CHIPIONA (10 DE AGOSTO DE 1936) APORTA UN VALIOSO DOCUMENTO GRAFICO SOBRE LOS CORRALES DE PESCA DE LA PLAYA DE LAS CANTERAS
De cualquier modo este período histórico expuesto hasta ahora tuvo un denominador común: constituyó la época dorada de los corrales de pesca, que seguían teniendo el carácter de industria pesquera de primer orden en cuanto a la calidad y la cantidad de sus capturas.
Es partir de la segunda mitad del siglo XX (especialmente a partir de 1965-1970) cuando se registra un cambio significativo en las circunstancias biológicas y económicas que vino a traer una inversión de este carácter.
HISTORIA RECIENTE
Efectivamente, si bien se había venido considerando a los corrales de pesca como un arte de pesca de primera entidad en cuanto a su capacidad para la obtención de pesca, aproximadamente hacia 1970 el incremento de la presión pesquera sobre todos los caladeros, con un proceso de agotamiento continuado, fue mostrando sus consecuencias en estas artes de acción costera en la forma de paulatina y constante reducción de capturas.
Se inició con ello un proceso de degradación en su consideración económica hasta tal punto que su explotación como fuente de ingresos se hizo insostenible, llegándose en casos a un auténtico abandono o, a lo sumo, a una gestión marginal.
El nivel más bajo en la historia de los corrales de pesca se alcanzó cuando gran parte de estas instalaciones fueron vendidas para la extracción de los ostiones que sostienen unidas las piedras que los conforman. Este proceso devino, obviamente, en una situación de auténtico peligro de desaparición física, cuando los corrales se fueron desmoronando sin que ya nadie se preocupara de su mantenimiento.
Aunque para estos momentos la tradicional figura del catador se había ido extinguiendo en un proceso paralelo al de sus corrales, la forma de pesca a pie continuaba en pleno auge entre los/as vecinos/as de la localidad, pese a los cambios normativos a los que se hará mención más adelante.
Retomemos en este punto la idea de la indisolubilidad del binomio formado por los corrales de pesca y la pesca a pie que vino a iniciar esta sección de “reseñas documentales iniciales”.
Incluso si obviamos las distintas teorías defendidas por historiadores, cronistas y arqueólogos al respecto del momento en que se comenzaron a construir y utilizar los corrales como artes de pesca, siempre puede circunscribirse esta exposición histórica a partir del primer documento escrito localizado hasta el momento, datado al 16 de julio de 1399, adoptando de este modo la opción más preventiva y conservadora posible.
Partiendo de la base del momento en que nos encontramos, y contando con la limitación que supone la premisa en que nos hemos basado a fin de desterrar cualquier posible controversia, estamos hablando cuando poco de un período histórico que se prolonga durante, al menos, más de 6 siglos.
Tan largo transcurso de tiempo, obviamente, conlleva una constante sucesión de épocas buenas, otras no tan buenas y otras decididamente malas, en las que las crisis, hambrunas y carestías se imponían como situación imperante.
En una localización geográfica en la que existe una estrecha proximidad con los corrales de pesca, artes diseñadas para la capturas de peces y mariscos mediante técnicas específicas que son igualmente útiles para tal fin en el exterior de los mismos (aunque con un grado de éxito sensiblemente inferior al no garantizar la imposibilidad de fuga a que se ven sometidos los animales “acorralados”)… ¿es preciso alguna prueba tangible al respecto de la aplicación de las técnicas de pesca a pie en el exterior de los corrales?
A mayor abundamiento, ¿qué tiempo se hace necesario para que ese visitar la zona intermareal o franja de abrasión litoral se convierta en costumbre? ¿Y para que de ahí pase a ser una auténtica tradición?
En esta línea de argumentación aún resulta posible hacer referencia a la época de hambruna de sobrevino tras nuestra Guerra Civil, así como a las difíciles circunstancias de carestía que se prolongaron durante prácticamente otros 20 años más como consecuencia y resultado de la política de autarquía económica característica de la primera mitad de la dictadura anterior a nuestro actual régimen democrático.
Cuando decimos que resulta posible hacer referencia a esa etapa, la verdad es que no podemos aportar documentación probatoria al respecto, como tampoco lo podemos hacer por los seis siglos anteriores (excepción hecha de las pocas referencias específicas citadas al inicio de esta sección). La diferencia radica en que sí podríamos llamar a docenas de personas que son para nosotros, a día de hoy, memoria viva de esa época y que aún reconocen que su forma de vida (incluso su vida misma) dependía de los recursos que podían obtener del mar.
Hacemos esta reflexión únicamente como elemento de prueba de una realidad evidente: si las difíciles circunstancias que se vivieron hace 50 años pueden demostrar la existencia de una pesca a pie en el exterior de los corrales, ¿por qué poner en tela de juicio que también ha sido así, al menos durante los momentos de dificultades económicas y/o alimenticias a lo largo de los seis siglos precedentes?
Y, si aceptamos esta realidad incuestionable tan solo puede llegarse a la conclusión evidente en la que se fundamenta y de la que partía esta exposición: en la existencia de un binomio indisoluble formado por los corrales de pesca y la pesca a pie y, por ello, en la existencia de una tradición de pesca en el exterior de los corrales que ha de remontarse, al menos, hasta el momento histórico en que es posible establecer, sin lugar a ningún tipo de dudas gracias a la existencia de documentos históricos que dan fe al respecto, la presencia de estas peculiares artes de pesca en nuestras costas y que se extiende durante más de seis siglos.
Con todo es evidente, no obstante, que no hemos alcanzado aún la época actual y, con ello, la parte más reciente de la historia de los corrales de pesca y, por extensión, de la pesca a pie.
La aparición, en julio de 1988, de la actual Ley de Costas (Ley 22/1988, de 28 de julio) trajo consigo otro cambio significativo, esta vez en el plano legal, pues procedió a un nuevo deslinde de toda la franja litoral y de la zona de dominio público marítimo-terrestre, por lo que las zonas implicadas pasaron nuevamente a titularidad del Estado.
Aunque para estos momentos la tradicional figura del catador se había ido extinguiendo en un proceso paralelo al de sus corrales, la forma de pesca a pie o marisqueo tradicional continuaba en pleno auge entre los/as vecinos/as de la localidad, pese a los cambios normativos que se habían producido durante los últimos años.
Efectivamente, y a raíz de la aprobación del primer Estatuto de Autonomía de Andalucía, las competencias pesqueras en aguas interiores pasaron a quedar en manos de la nueva Junta de Andalucía.
La Junta de Andalucía pasó a considerar el marisqueo como una actividad exclusivamente profesional, haciendo exclusión de cualquier fórmula de distinción que permitiera, como en el caso de la pesca, un aprovechamiento deportivo, cultural y tradicional.
En dicha tendencia fueron aprobadas la Orden de 19 de noviembre de 1984, de la Consejería de Agricultura y Pesca, y la Resolución de 12 de febrero de 1987, de la Dirección General de Pesca, e incluso la mucho más reciente Ley 1/2002, de 4 de abril, para ordenación, fomento y control de la pesca marítima, el marisqueo y la acuicultura.
Dichas normas convirtieron en ilegal la práctica tradicional del marisqueo o pesca a pie que desde tiempo inmemorial se viene realizando en nuestra localidad.
El nacimiento de “Jarife” prácticamente es consecuencia, por un lado, de las primeras denuncias a mariscadores tradicionales o pescadores a pie y, por otro lado, prácticamente coincide con la conclusión de un proyecto para la recuperación y la regeneración de los corrales de pesca de la localidad (salvo en lo que se refiere al Corral “Montijo”, cuyas obras fueron ejecutadas con posterioridad, entre los años 2005 y 2006), gracias a la inversión realizada por la Dirección General de Costas (hoy Dirección General para la Sostenibilidad de las Costas y el Mar) dependiente del Ministerio de Medio Ambiente (hoy Ministerio de Medio Ambiente y de Medio Rural y Marino).
Esta situación hizo posible llevar a cabo el reconocimiento institucional a la tradicional figura del Catador de corrales por parte del Sr. Director General de Costas (D. José Triguero Rodrigo), quien firmó y entregó los oportunos nombramientos en fecha del 21 de septiembre de 2000.
La pura inercia establecía que las siguientes gestiones se encaminaran hacia un reconocimiento legal de los mariscadores tradicionales o pescadores a pie.
Los trámites para dicho reconocimiento se iniciaron en una reunión mantenida en fecha del 12 de febrero de 2001 en la Dirección General de Pesca y Acuicultura de la Junta de Andalucía.
Fue precisamente en esta reunión donde la, por entonces, Sra. Directora General de Pesca y Acuicultura, Dña. María Dolores Atienza Montero, tras comprobar personal y directamente cuál era en realidad la naturaleza de la actividad que llevábamos a cabo y las técnicas y útiles de que hacemos uso durante el desarrollo de la misma y las especies que son objeto de captura, acuñó la denominación de “pesca a pie”, en especial para evitar las lógicas confusiones que hasta ese momento se habían producido por nuestro uso del vocablo o expresión popular “marisqueo”.
Es decir, existía una coincidencia, tan solo terminológica, en el uso del término “marisqueo”: por un lado, el concepto legal previsto en las normas legales de aplicación en aquel momento; por otro, el concepto tradicional de igual denominación en nuestra costa para una actividad totalmente diferenciada, basada en artes y técnicas ancestrales y destinadas a un aprovechamiento distinto de los recursos pesqueros y marisqueros pero (sobre todo), con una total ausencia de interés de lucro o beneficio.
El prolongado lapso de tramitación del expediente administrativo, previa constatación de esta dualidad (aunque parezca increíble, todo radicaba en esta coincidencia terminológica) desembocó en un primer momento en la Resolución dictada desde la Dirección General de Costas en fecha del 13 de julio de 2004 y, en segundo lugar y ya con carácter definitivo, en la Resolución del 15 de septiembre de 2004, de la Dirección General de Pesca y Acuicultura de la Junta de Andalucía.
Estas primeras resoluciones, con todo, tan solo alcanzaban a ocho de los nueve corrales actualmente supervivientes en nuestra localidad (“La Longuera”, “Trapito” o “Trapillo”, “Cabito”, “Nuevo”, “Mariño”, “Canaleta” o “Canaleta del Diablo”, “Chico” u “Hondo Chico” y “Hondo”), exceptuando inicialmente al Corral “Montijo” por la previa existencia de un reconocimiento de derecho preferente a favor de la familia Misa Rodríguez.
Con el transcurso del tiempo, no obstante, los herederos de la citada familia Misa Rodríguez pudieron comprobar de primera mano el sistema de gestión y mantenimiento que se realizaba a los restantes corrales de la localidad, circunstancia que les decidió con carácter definitivo a apoyar que el Corral “Montijo” pasara a ser objeto del mismo sistema ya aplicado en los demás corrales de pesca o pesquería.
Por este motivo, con fecha de 31 de octubre de 2005 se inicia el trámite para la concesión del Corral “Montijo” en el mismo sistema de gestión ya de aplicación en esos momentos a los restantes corrales de la localidad. Este trámite fue puesto en marcha a través de una petición suscrita conjuntamente por las tres partes intervinientes: los herederos legales de la familia Misa Rodríguez (como titulares del derecho preferente que fue debidamente ejercitado en su momento), el Ilmo. Ayuntamiento de Chipiona (como titular de la concesión administrativa para cesión a terceros) y la propia Asociación de Mariscadores de Corrales de Chipiona “Jarife” (en su condición de esa tercera figura que se responsabilizará, en última instancia, de su mantenimiento y gestión).
Este expediente, igualmente largo y complejo como había sido el que le había precedido, culminó felizmente con la Resolución dictada el 20 de octubre de 2008 por la Dirección General de Pesca y Acuicultura de la Junta de Andalucía, por la que el Corral “Montijo” quedaba equiparado a los restantes corrales de la localidad en cuanto a su sistema de gestión.
De este modo, los nueve corrales de pesca de nuestra localidad quedaban definitivamente unificados en cuanto a su fórmula de mantenimiento y gestión.
Para la gestión de los Corrales de Pesca la Asociación de Mariscadores “Jarife”, mediante acuerdo de su Asamblea General, realiza el nombramiento de un catador para cada Corral de Pesca durante un período de un año, con posibilidad de renovación si la gestión y, sobre todo, el mantenimiento del arte se han llevado a cabo de manera satisfactoria.
El catador del Corral ostenta el derecho de “cata” o primer despesque del Corral, quedando obligado a una contraprestación de mantenimiento permanente del arte durante el período de su nombramiento. Tras la primera “cata” los restantes mariscadores autorizados pueden acceder al Corral para, a su vez, practicar esta modalidad pesquero-marisquera.
Pero no con ello queda cerrado este capítulo respecto de la evolución histórica de los corrales de pesca. Es tan solo un punto y seguido, como puede comprobarse en el apartado “LOS CORRALES DE PESCA” (en el epígrafe dedicado a “PROYECTOS PARA RECUPERACION DE CORRALES DESAPARECIDOS”).
FOTOGRAFÍAS AÉREAS POR CORTESÍA DEL CLUB DE VUELO LA BALLENA